Los primeros 100 días de volver a Ecuador
Artículo basado en el especial de la Revista SOHO Ecuador
No. 107
Gritos, lágrimas, abrazos y un
niño que te vende chicles, es lo clásico en aquel amplio e incómodo espacio en
el que todos los familiares de quienes llegamos, hacen calle de honor para
recibir a los viajeros internacionales en el aeropuerto de Quito. Y ahí estaba
yo, desorientado por el cambio de horario, el maltrato de los trabajadores
aeroportuarios y el golpe social que te da al volver de España.
- ¿Ocho meses te irás? ¡poquitoff
¡ - Así me decían antes de irme a estudiar a Barcelona, y era verdad, pasó
volando, al regresar parecía que uno nunca se fue, pero al mismo tiempo te
das cuenta que ves todo de un modo diferente, algunos te dicen que estás
cambiado, otros en cambio no te dicen nada, no ven que aquí en Quito ha sabido
haber mucha gente hipócrita, hasta de eso ya me voy dando cuenta.
Volver al Ecuador después de
adaptarte a Europa hace que tengas una extraña mezcla de emociones, al principio
es gratificante, a veces frustrante, notas en tu personalidad cambios positivos
por ejemplo te vuelves un mejor ciudadano al haber aprendido a ser parte de una
sociedad más ordenada y culta, cruzas por la línea cebra, manejas respetando
todas las leyes de tránsito que conoces, ves con buenos ojos el sistema
económico y las posibilidades laborales que aún tenemos aquí. Pero también
notas en ti cambios que pueden verse negativos, o al menos hacen sentir mal,
por ejemplo te das cuenta que con algunos amigos con los que tenías mucho en
común ya no compaginas, te vuelves algo pesado en las conversaciones, tienes
una perspectiva más analítica y eso no hace reír. Además procuras no hablar del
tiempo vivido fuera porque sabes que puede sonar arrogante o fastidioso, pero
es casi el tema de conversación más reciente que tienes y te sientes
desactualizado de lo que hablan los demás.
De a poco te adaptas de nuevo, sientes
que la comida ecuatoriana te sabe como nunca, que las artesanías nacionales son
impresionantes, hasta percibes cierto realismo mágico al ver los volcanes y nevados
que rodean la ciudad, mueres por viajar dentro del país, la suerte de poder meterse
al mar en cualquier fecha del año, saber que un invierno quiteño no va a
congelarte, incluso te llama más la atención saber sobre la historia del casco
colonial y la época de la conquista e independencia. Sí, lo aprendí en la
escuela pero quiero leerlo otra vez.
Volver no fue fácil, sobre todo porque
no sé si en verdad quería hacerlo, he retomado mi vida donde la dejé, o al
menos eso intento, recuperé mi puesto de trabajo con suerte y confianza por
parte de mis empleadores, mi casa, mi familia, mi ciudad. Me da tranquilidad el
caminar sin preocuparme por visados ni documentos, tener esta sensación de
saber que perteneces al suelo que pisas, una percepción que no conoces ni valoras hasta que la
pierdes. Saber que es tu tierra, buena o mala, pero tuya.
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