En su lugar...

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Tuvieron que pasar dos años y el martillo de la sentencia que golpeaba la madera e imponía la justicia divina, el karma, el balance, la igualdad. Porque el que la hace la paga, y como dice la canción: “no cometas el crimen varón si no vas a cumplir la condena.” Por eso me tienes aquí en un monólogo escrito donde no pretendo molestarte, prometí una vez que no lo haría.

Y también lo dice una canción de un artista de la tierra en donde te conocí, esta decía: “Para qué, si me va a perdonar, porque ya no le importa.” Por eso mis letras aquí no son para pedirte perdón, de eso no se trata este conjunto de palabras que difícilmente leas y que no he puesto dentro de un correo porque simplemente respeto tu decisión, como a ti, como a lo vivido, como a quien te acompaña ahora.
De hecho quiero aplaudirte, de pie, efusivamente. Repetirte lo dicho un mes de marzo del año en cuestión, cuando con suerte conseguía un momento a solas contigo y poder manifestarte: “Te admiro” esta vez, como siempre, en todo sentido. Porque cumpliendo la sentencia de la vida volví a leer tus cartas, revisé tu insistencia apasionada cuando tomé una decisión equivocada, volví a abrir el álbum de nuestras fotos, escondido para evitarme problemas aunque nunca logré esconder mi arrepentimiento. Miré y comenté el video de tu cumpleaños que aún conservo subido en mi canal, así como todas las canciones que nos hemos dedicado, como todas las capturas de skype que conservo, como las fotos contigo que por un tiempo oculté en mi Facebook. De hecho, nunca te borré, nunca te fuiste, nunca te olvidé.
Y te admiro por tus palabras y tu madurez, porque a partir de algunos meses empecé recién a vivir como me aconsejaste que lo hiciera, dejé de buscar metas, objetivos, recompensas, estabilidad, dejé de esperar de la gente y vivir el presente con sus pequeñas recompensas, ya no le temo al futuro, ya ni siquiera le doy un minuto.
No sé, supongo que el dolor me hizo más sabio, más humano, más corazón y más analítico, pero curiosamente, también me hizo más feliz, ya no me paraliza el miedo, y es que recapitulando una vez más nuestro libro en común “Si tú me dices ven lo dejo todo, pero dime ven” me doy cuenta que mi viaje no debe mancharse por lo que creo sino decorarse por lo que siento.
Y así de todo lo vivido debía salir un saldo positivo, soy el que conociste sentado en un aula de clase en Casa de Convalecencia, el mismo que se quedó hasta la media noche esperando contigo el último tren a casa, el que te esperaba con una flor a la salida del Metro, el que cocinaba para tus papás, aquel que dibujó en tu mano, y lejos quedó aquel cobarde que la soltó.

Me encuentro a las puertas de la edad de Cristo con la paz de haberlo encontrado también, con un perro que me ladra, un compañero de piso que me acompaña y una ciudad que no deja de crecer.
Lamento haber decidido por ti, cambiar tus planes, hacerte pasar vergüenzas, haberte mentido al decir que ya no te quería, no era verdad, como lo decía nuestro libro: amar solo se puede conjugar en pasado y soy de los pocos solteros que vivieron su luna de miel en Venecia, nunca te conté del candado con nuestros nombres en París ni de la vez que anuncié a familiares y amigos nuestro compromiso en Quito, vamos, no tiene caso ahora, pero lo tuvo al notar que nunca llegaré a querer tanto a alguien como lo hice a ti. 
Me alegra tanto verte bien, aunque en brazos de otra persona, esta nueva perspectiva no me transmite más que paz al notar que tienes a alguien que mereces, un buen trabajo, un nuevo hogar, tu ciudad, tu familia, todo.  Veo en tus fotos esa luz de tus ojos, esa felicidad y locura tan envidiable, mi familia, que nunca dejó de hablar contigo me ha contado lo bien que estás y me admiraré siempre de cómo te los ganaste en apenas una semana.
Gracias, y mil veces gracias por tus enseñanzas, paciencia y por no guardarme rencor cuando debiste hacerlo. Me equivoqué y tal como me lo dijiste, en ese entonces regresé al punto de partida y no me permití avanzar, repetí errores, resumiendo, la cagué. Pero la vida nos levanta, nos permite recuperarnos y nos pone en nuevos días y aunque no sean una mañana en Tarragona, una tarde en el Tomebamba, una noche en Manabí, será lo que estemos cosechando y sigamos sembrando.
Pero no se trata de arrepentimientos ni hablar de lo que pudo ser, esa considero es la más cobarde de las actitudes, se trata de ser agradecidos, de valorar lo sucedido, de reconocer que todo lo que sucedió para conocerte valió la pena. Me abriste los ojos a lo que debo considerar normal, majestuoso, lo que quiero. Sin más, la vida nos ha puesto donde debemos estar, y así seguirá siendo, por eso me alegra verte feliz. Yo, no tengo prisa, si en su momento encuentro a alguien como tú, me doy por bendecido nuevamente. 
Fins aviat.


Una noche te pinté, tu color de ojos, de cabello y de piel, el labial que no te lucía bien pero nunca te lo dije, los tonos de color con los que solía verte y el lugar donde trabajas. En rojo, un corazón dividido.

Actualización: No sé, leí esto y te recordé

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