¿Qué nos va a quedar?


Con una sola cifra podían medirse los grados de temperatura que soportaron cientos de personas en Quito a la espera de una misa en aquel parque el día siguiente, era un 6 de julio, y con el viento del lugar que alguna vez fue un aeropuerto, la sensación térmica seguro fue mucho menor para quienes buscaban un lugar privilegiado para presenciar tal evento. "Sensación térmica", creo que esas palabras definen este impulso por escribir estas palabras a todos y a nadie sobre lo que me causa curiosidad posterior a la visita Papal.

¿Cuál será la temperatura y sensación térmica de Quito desde ahora?. 

Tras sabios discursos llamando a la unidad, la importancia de los valores, la convivencia, respeto, comprensión y diálogo, hago presente mi más ferviente herejía. Pero no me confunda estimado lector, a lo que me refiero es que sencillamente hace mucho dejé de creer en Quito. No confío en que una sociedad ya acostumbrada al clima del egoísmo y pugna, de repente se vuelva más cálida y solidaria. 

Con un verano cuya temperatura empezó a elevarse en las calles, en un levantamiento popular que llegó a parecer semillas de una guerra civil, con una sociedad totalmente dividida por su ideología política, líderes sin escrúpulos velando por sus intereses particulares, una burguesía "socialista" imponiendo leyes a su antojo, injusticias sociales, excesiva necesidad de alardear la capacidad económica y una práctica cotidiana de envidia y mala fe, hacen de este rinconcito del mundo un entorno de tormentas donde la gente no puede ni quiere vivir en paz.

¿Y si tomamos cada palabra de los discursos de Francisco y los convertimos en parte de la cotidianidad? Aunque resulte triste que alguien como yo, que no me considero católico practicante tenga que decirlo. Pero es que al ver a tanta gente buscando estar cerca de tal ilustre huésped, me entra la duda de si su misión aquí se cumplió, o serán más palabras al viento porque el Alzheimer de esta ciudad ya resulta totalmente preocupante.

Quisiera saber el pronóstico del clima para las próximas semanas. ¿Realmente se perderá esa manía tan ecuatoriana de hacerse el vivo y pasar por encima de los demás? ¿se nublará por fin esa indiferencia con los que tienen menos? ¿Estaremos dispuestos a hablar con quienes no estamos de acuerdo y conseguir por lo menos entender nuestros puntos de vista? ¿Podremos por fin empezar a ser una sociedad en la que no debamos salir a las calles a la defensiva porque todos amanecen con ganas de exigir respeto y nunca darlo?

No lo sé, lo dudo. Yo prefiero reemplazar los golpecitos de pecho por un sonoro golpe de mesa, y gritarles que si de esta visita no va a quedarnos nada, y si nosotros, nuestros políticos, nuestros hijos, no generamos una actitud de paz, pues de nada habrá servido todo este circo. 

Y me quedo con esa sensación térmica de confiar que empieza la primavera, pero a la vez, llevo conmigo el paraguas por si hay que seguir manteniendo la guardia en alto. 

No sé. Con este país nunca se sabe.

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