Lo más importante de lo menos importante

En el año 1978 los derechos humanos se pisoteaban junto al Río de La Plata, al mismo tiempo que miles de gargantas se desgastaban en los graderíos de la cancha de River. Hoy hay más búsquedas en Google sobre Mario Alberto Kempes que sobre la dictadura argentina.(1)


En 2014, el número 7 en un marcador de un partido de semifinales fue mucho más impactante que el 29% de aumento en la deforestación de la Amazonía. Y Brasil sueña más en una revancha con Alemania que en una selva totalmente recuperada.


Hoy se lleva el registro de los goles marcados por Kylian Mbappé, pero según Amnistía Internacional (2021), también se cuentan 15.021 trabajadores fallecidos en las complejas condiciones para construir los estadios y demás infraestructura del presente Mundial. Algo que la gente seguramente no lo lleva tan presente.


Y la lista de mundiales y sucesos sigue. Pero aunque los libros de historia ignoren el fútbol, es evidente que la gente ignora hasta su propia historia cuando es momento de ver un partido. Así es, el país se puede ir abajo siempre y cuando el orgullo por una selección esté siempre arriba en un Mundial.


¿Es el fútbol tan importante? 


Sí, para bien y mal, lo es. Porque para muchos seres humanos no hay nada más sagrado e inamovible que su identidad patria. 


Porque el fútbol sigue siendo esa parte de los hechos que aún se cuentan por los abuelos, se omite en la educación clásica y es tachado como “circo” por los intelectuales. Puede ser cierto, pero qué bien nos hace esa bendita catarsis de gritar, llorar, reír y cantar por un equipo.


Algunos lo llaman “lo más importante de lo menos importante”, pero la verdad es que por el bien de la especie humana, nos guste o no, necesitamos el fútbol.


Por ser esa amnesia necesaria de las constantes crisis.

Por esta anestesia general a la pobreza.

Esta excusa para hablar con extraños y sentir algo en común con los demás.

Este escape de 90 minutos a los problemas cotidianos.

Este recobrar la fe, soñar despiertos y vivir con ilusión.


Detractores y odiadores del fútbol; ya sabemos que la vida sigue después del Mundial, pero la vida sigue mejor con una estrella sobre el escudo de tu selección.

Que la pasión es algo de la naturaleza humana. Aunque pensándolo bien, ojalá esta locura no nos haga olvidar nuestra historia, o nos vuelva menos humanos.


El Fútbol no tiene sentido - Francisco Crescimbeni





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