Ni solos, ni acompañados

Post especial por San Valentín. Digamos que me gusta celebrar esta fecha.

Ven bonita, que quiero contarte un cuento:

Este era un mundo extraño donde sus habitantes no funcionaban solos, ni tampoco acompañados. Ellas por un lado con expectativas irreales, ilógicas, absurdas, subidas en un pedestal tan alto que sólo podría servir para suicidarse. Esperando, porque les han dicho que ellas son las que esperan. Escogiendo, porque también les enseñaron a especular consigo mismas. Llorando, porque eligieron a su orgullo como Cancerbero de sus sentimientos impulsivos, de sus instintos básicos, de su locura repentina.

Ellos por su parte, confundidos en la búsqueda de lo importante, perdidos en una constante obsesión por lo material, por lo banal, lo simple, lo intrascendente. Buscando, porque les dijeron que ellos tienen que proponer. Descartando, porque la sociedad les presionó a elegir lo vistoso, lo bonito, lo envidiable, aunque lo que elijan sea algo vacío. Fracasando, porque les dijeron que nunca tienen que llorar.

Este era un mundo extraño, donde ellos querían estar con ellas, donde ellas querían estar con ellos. Donde todo pudo tratarse de una suma y multiplicación, pero se volvió una resta y división. Atormentados por la intolerancia, renunciando al primer disgusto, volviendo desechable lo esencial, haciendo imposible lo mágico, arruinando sus posibilidades de arriesgar, jugándose la felicidad en una mala mano.

Este era un mundo extraño, donde los días y las noches avanzaban sin piedad, donde el chocolate era sustituto del sexo y el dinero sustituto del amor. Donde las leyes básicas del comercio obligaron a siempre recibir algo a cambio, donde llevar flores por la calle cuestionaba tu virilidad, donde se experimentaban más rabietas que orgasmos, donde los juzgados de divorcios tenían trabajo, donde se aprendió a esconder la soledad cambíandole de nombre a "independencia", donde todos querían llamarse "padres" y nunca quisieron aprender a llamarse "pareja".

Este era un mundo extraño, donde ellas perdían el interés por estar con ellos, donde ellos no podían estar con ellas. Ojalá se tratara de un mundo distante, imaginario, ficticio, estúpido, pero no, pues estamos  este instante habitando en él. Por eso abro la cortina, vuelvo a la cama, te beso en la frente y te digo al oído:

Por mí puede acabarse el mundo, yo me quedo contigo.

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