Si dejé de salir contigo

Lamento si una noche, de repente, dejé de salir contigo. 
La verdad, no se trataba de ti, o de mi, o no sé. Me explico:

No dejé de salir contigo porque me hayas dejado de gustar. Quizás aún te añoro por las noches, quizás aún tus fotografías me deslumbran hasta el alma y tu nombre al pronunciarse, sigue siendo mi canción favorita. Talvez, sigo pensando que los ángeles han tallado tu rostro y que el mundo parecería moverse un poquito más lento cuando te veo llegar hacia mí.  

No dejé de salir contigo porque apareció alguien más. Quizás tu presencia es irremplazable, tu lugar se mantiene intacto como lo fue la primera vez, no considero que como tú hayan dos ni veo posible que la belleza, así como los rayos, se den dos veces en el mismo lugar.

No dejé de salir contigo porque no haya encontrado lo que buscaba en ti. Encontré un universo vasto y maravilloso dentro de tus ojos, historias inquietantes, sorprendentes y apasionantes en tus relatos. Magia sinfónica en el tono de tu voz, paz inmaculada e hipnotizante en tu cálida compañía.

No dejé de salir contigo porque buscaba encontrar recompensas a corto plazo. Quizás no notaste que para mí, el verbo amar se conjuga en futuro, quizás no notaste que como tú, un reino requiere tiempo y recursos para ser conquistados, no saqueados, no invadidos, sino glorificados para la eternidad, pero gobernándolo juntos.

No dejé de salir contigo porque te haya dejado de querer. Quizás mi corazón aún te pertenece, quizás por un instante sentiste lo mismo por mí, pero una noche me hice la pregunta de si seríamos capaces de seguir queriéndonos mañana, y si nuestra atmósfera estaba inundándose de evidente, mágica y necesaria admiración. Y no, no encontré la respuesta en tus ojos ni yo tampoco lo supe responder.

Por eso, de repente una noche, dejé de salir contigo.


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