Borrador número dos

Hablemos nuevamente de todas esas cosas en las que no coincidimos, aunque no nos importen.
Cuéntame de nuevo cómo fuiste a caer en esa profesión tan aburrida, aunque a ti te encante. Revolucióname la historia, cántame una canción, lávame los platos y deja tu ropa sobre el recibidor. Solucióname el problema de un perro que está creciendo sin madre, un corazón carente de modales, un tarro de Nutella que se está echando a perder, este hábito molesto de volver a ponerle el corcho al vino, un lado izquierdo de la cama sin destender.

Y es que vida mía, el mundo está loco.

Por eso ahuyéntame los fantasmas, plánchame la camisa, salúdame con el sol, apágame el celular, asusta a los vecinos, olvídate el cepillo de dientes, ármame un porro y quédate. Que la soledad es una conviviente muy alcohólica y quiero echarla por morosa con la renta, lléname la casa con tu risa escandalosa, preséntame una campaña con tus ideas pervertidas, desempaca mis maletas, dibuja un corazón en la pizarra.

Que la vida es demasiado corta, que las noches son demasiado frías, que esta ciudad es una verdadera mierda, que estoy por acabarme esta botella, que estoy escribiendo a tu celular para que leas estas líneas y coincidamos en un impulso de sensatez para dejar de complicarnos esta efímera existencia.

No sé, creo que aún hay varias maneras de mandar a dormir los dedos y los miedos.


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