Empacar (se)
Ropa interior.
Los zapatos justos.
Algo para dormir, aunque aún no sé si hará frío o calor.
Camisas, por si vuelvo a ser sociable.
A veces la vida te obliga a resumirte en 23 kilos. Lo necesario para salir de la zona cómoda o de esa zona dolorosa que también supimos habitar demasiado.
Con el entusiasmo de lecturas de pre embarque.
Con el temor de saber que esta vez no es solo por pasear.
Con el desafío de alejarme de lo que me vuelve a esa rutina, pero con la responsabilidad de establecerme entre nuevos olores, otros sabores y alguien a quien he extrañado más de la cuenta: a mí.
Un salto al norte, donde fue posible construir una ciudad sobre un lago.
Yo también quiero intentarlo: construirme, levantarme sobre este pantano.
Un reinicio necesario.
Una búsqueda de propósito entre catrinas y arlequines.
Un descanso en cenotes y reflexiones junto al sonido de acordeones.
Proyecto poco, pero anhelo mucho.
Intento armar, a punta de silencio y decisiones, a ese hombre que aquí no supo ser feliz, pero que aún merece una nueva oportunidad.
Que el candado va en la maleta, no en el corazón.
Que las experiencias no pagan exceso de equipaje.
Que, perderse en ciudades, es encontrarse uno mismo
Y las nuevas historias, a veces, se escriben en las páginas del pasaporte.
Lo único que no viaja conmigo es ese yo pasado que quiso volar alto, pero no supo hacia dónde. No hace falta que venga, porque cambiamos de hemisferio para encontrar un norte.
Nos vemos pronto.

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