Borrador número once

Las fronteras de los países son estupideces junto a las fronteras que tenemos en la cabeza, y en éstas, hay menos diplomacia.

Es así: estamos limitados por nuestras propias líneas enemigas, entorpeciendo cualquier intento  de relación interpersonal,  el intercambio de besos, el libre comercio de miradas, la exportación de un "te quiero", la deportación de los rencores, la nacionalización de la sonrisa, el declarar un feriado nacional tan solo para estar el día entero acostado junto a esa persona sin emitir sonido más que el  justo y necesario, así.

Pero es que nuestra política exterior es peor que la americana, es esta guerra de egoísmos, esta escasa producción de detalles con tendencia a la baja, esta crisis de abrazos a quien nos gusta, esta traba diplomática personal que no permite la libre expresión del corazón, es este no corresponder relaciones legítimas por no ser correspondidos por nuestros verdaderos intereses, es esta maldita manía de complicarlo todo.

Y es que si es verdad que cada persona es un mundo, pues cada mundo está demasiado loco.

Por eso, mi amor, en política somos un patético fiasco.

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